Debemos cerrar con este ciclo de The Lord of the Ring (El señor de los anillos). Y no veo mejor forma cerrarlo, pues se trata de una obra redonda, casí sin fallos, estéticamente brillante, que emociona a pesar de que no te identifica, y que logra cumplir con la misión más difícil de todas: mantenerte atento durante las tres horas y pico que dura.
Ahora bien, es muy común que incluso entre las trilogías más rankeadas dentro del cine se note cierto bajón en la última de las entregas (ejem, El Padrino, ejem) pues no logran generar el impacto de sus predecesoras, ya no se ven tan frescas. Y siendo esta una película épica, pues las probabilidades de bodrio eran mayores. ¡Y sin embargo es una excelente película, sin desperdicios! Convengamos que Jackson tiene un libro magistral al que aferrarse, pero al momento de adaptarse es otra cosa. Lo bueno es que logra salir victorioso en todos sus aspectos y deja un resultado final maravillosamente cansador. Los personajes pueden agotar a ratos, pero viven de tal forma que no decepcionan en nada y te interiorizan dentro de ese mundo maravilloso que Tolkien regaló.
En las dos reseñas anteriores he mencionado como muchos detractores de esta saga la critican injustamente debido a la adaptación que se le da a esta clásica novela. Pues déjenme realizar una tesis general con respecto a aquello. El texto de Tolkien era rico en utilización de descripciones tan fotográficas de la naturaleza, misión que está más que lograda por parte del señor Jackson. Es una novela llena de metáforas y si bien su juego moral resulta a ratos muy infantil y soñador, no molesta demasiado. En el film, las situaciones quedan plasmadas de forma brillante e inolvidable con escenas que mi retina saborea con placer: Sam expulsado por su señor Frodo y aquella inolvidable frase a los pies de la desesperación que pone lágrimas en los ojos de cualquiera (“Yo no lo llevaré por usted, pero sí lo llevaré a usted”); la visualmente perfecta batalla en Minas Tirith, la brillante actuación de Ian McKellen, y la escena que vale la pena de toda la trilogía, aquella con Miranda Otto quitándose el casco a la luz del incierto amanecer. Preciosa. Momentos de emoción increíbles.
Convengamos en que, sí, tiene sus limitaciones. Ya dijimos la moral un poco blanco/negro, batallas en ocasiones muy largas y muy épicas para mi gusto, y ciertos pasajes innecesarios (la historia de amor de Aragorn y Arwen es fome con mayúsculas). Por lo demás es la mejor adaptación que se pudo haber realizado de este enorme clásico de la literatura.